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Salud mental: una problemática escondida con trasfondo de género



Según los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística español, en 2019 se produjeron más de tres millones de ingresos hospitalarios relacionados con los trastornos mentales: delirios, episodios maníacos, ansiedad, depresión... La existencia de cualquiera de estos síntomas puede acabar con la persona ingresada en la unidad de agudos de un hospital, siempre que las profesionales sanitarias valoren que es necesario. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que una de cada cuatro personas podría sufrir este tipo de males al menos una vez en la vida. La mayoría de las personas que en 2019 fueron internadas en un centro hospitalario a causa de estas afectaciones acabaron tomando alguna de las tres grandes familias de fármacos utilizados para combatir los síntomas de los trastornos mentales: antidepresivos, ansiolíticos/hipnóticos y antipsicóticos.


Estos fármacos conocidos como hipnosedantes son medicamentos muy comunes, pero que no deben ser suministrados sin supervisión médica. Se utilizan para tratar alteraciones del sueño o trastornos de ansiedad. Según la Guía de Ocio Saludable, que tiene como objetivo impulsar actividades preventivas de salud mental para la población, afirma que la obtención del alivio inmediato de los síntomas es el primer paso para que se cree la tendencia a repetir el consumo, y ese es el inicio de la adicción. Además, también nos explica los efectos y las sugerencias que hay que tener en cuenta a la hora de consumir hipnosedantes.


El consumo de los tres grupos de medicamentos ha aumentado de manera exponencial los últimos años colocando a España en uno de los más elevados del mundo. En concreto, los antidepresivos, el Ministerio de Sanidad español informaba de un incremento del consumo del 200% en el lapso entre 2000-2016 en todo el Estado. Ya lo advirtió la Agencia Española del Medicamento, que el 2013 señaló que el uso de antidepresivos había aumentado exponencialmente, al pasar de 26,5 dosis a 79,5  por cada mil habitantes y día. Y, recientemente, el Círculo de Sanidad, integrado por empresas del sector sanitario, en la última edición del informe ‘La sanidad en cifras’, avisa que la tendencia al alza sigue, a un ritmo –eso sí– muy menor, puesto que la venta de antidepresivos creció un 14,73% entre el 2012 y el 2016. Con un crecimiento más modesto, la prescripción de ansiolíticos e hipnóticos aumentó un 50% durante el mismo periodo.


Así mismo, la administración de sustancias comúnmente conocidas como tranquilizantes, aumentaron un 9,37%. La encuesta española ‘EDADES’ confirma que medicamentos como Orfidal, Lexatin y Valium, se consolidan como la tercera droga más consumida, por detrás del alcohol y el tabaco. Según esta encuesta, un 20,8% de la población los ha probado alguna vez y un 11,1%, el último año. En todo el mundo, los resultados son muy similares. El proceso de homogeneización del tratamiento de los trastornos mentales es global y se ha acelerado los últimos 60 años. Sin embargo , cada vez hay más voces del ámbito de la psiquiatría que no solo cuestionan la efectividad y la seguridad de los fármacos, sino que también cuestionan el modelo de tratamiento de estos trastornos.



Los trastornos mentales “se caracterizan por una combinación de alteraciones del pensamiento, la percepción, las emociones, la conducta y las relaciones con los otros”, dice la OMS. A pesar de que, tradicionalmente, cuando se hablaba de trastornos mentales se hacía referencia a la esquizofrenia o la demencia, la lista de síndromes y afectaciones cada vez es más larga. El hecho relevante es que, actualmente, el uso de medicamentos se ha generalizado presentando el insomnio, la depresión y la ansiedad como los trastornos mentales más comunes en toda la sociedad, hecho que el Instituto de Neurociencias y Salud Mental califica como ‘el ritmo acelerado del día a día es el que no nos permite parar y nos agobia’. 



UN TRASFONDO CON MIRADA DE GÉNERO


Al contrario de las otras sustancias, los hipnosedantes y analgésicos opioides son, con diferencia, más consumidos entre mujeres que hombres. 





Según el informe de ‘Salut de Catalunya 2019’ elaborado en enero de 2020, el consumo de hipnosedantes es más elevado en las mujeres de entre 15 y 44 años. Asimismo, el informe de ‘Salud de Barcelona (2018)’ demuestra diferencias importantes según el sexo con un consumo de hipnosedantes más elevado por parte de las mujeres. Según datos la agencia de salud de Barcelona, las mujeres consumen casi el doble de antidepresivos y ansiolíticos. Se demuestra, por tanto, que hay diferencias en el consumo de hipnosedantes según el sexo siendo mucho más frecuente en mujeres. También en chicas jóvenes y así se refleja en los datos del ‘Informe dels resultats per a Catalunya de l’Enquesta sobre l’ús de drogues a l’ensenyament secundari a Espanya (ESTUDES) 2016’ realizado en el año 2018.



Las mujeres consumen casi el doble de antidepresivos y ansiolíticos que los hombres




Así como recoge el diario El País, en el mundo laboral los hombres siguen siendo, en mayoría, los que ostentan el poder, los que planifican y dictan estrategias. “Si comparamos el hogar con una gran compañía veremos que, en la gran mayoría de los casos, las mujeres son las que programan, prevén, diseñan planes, adelantan posibles fallos o problemas y tienen en cuenta todos los detalles y la interacción de las partes. Pero, además ,de esta labor de ejecutivo, las amas de casa realizan también los trabajos reservados a los empleados, a la mano de obra: cocinan, limpian, cuidan a otros, ponen lavadoras, hacen la compra o bajan la basura” La carga mental derivada de la gestión de múltiples tareas vinculadas con roles culturalmente asignados y asumidos tradicionalmente por las mujeres sigue siendo un tema relevante. Se ha hecho énfasis en el esfuerzo mental y el trabajo cognitivo que conlleva diversas actividades y tareas en el ámbito doméstico y familiar, que realizan mayoritariamente las mujeres, en comparación con las asumidas por los hombres. 





Ya en el 2006 un estudio del equipo de investigadoras de la Universidad Complutense de Madrid estudiaron tres variables psicológicas –ansiedad, autoestima y satisfacción autopercibida– como predictores de salud (Sánchez, Aparicio y Dresch, 2006), encontrando diferencias de género, en estas relaciones con la salud física y psicológica. 


Según  Esther Colell en su estudio “Prevalencia de consumo de hipnosedantes en población ocupada y factores de estrés laboral asociados”, cuándo se acude a consulta psicológica para recibir asesoramiento y orientación en relación al estrés, es muy frecuente observar que, en el caso de las mujeres, la percepción subjetiva de estrés, proviene de la necesidad de conciliar las responsabilidades en el ámbito privado: vida doméstica, familiar e interpersonal, al mismo tiempo y con igual eficacia, que las altas demandas del espacio laboral o profesional. En otras ocasiones, la percepción de estrés proviene de la dificultad para mantener determinados modos y estilos de comunicación, relación interpersonal y expresión de necesidades, en entornos profesionales en los que predominan aún valores y estilos tradicionalmente asociados a la masculinidad.


CRISIS ACTUAL Y LOS EFECTOS EN LA SALUD MENTAL


Desde 2008, la crisis económica ha afectado de manera considerable aspectos tanto sociales, económicos y culturales de los individuos en la sociedad. Una de las consecuencias más evidentes de dicha crisis es el aumento del desempleo y la bajada de ingresos. Estos aspectos llegan a tener grandes repercusiones en la vida de la población, ya que los sujetos estamos totalmente influenciados por el contexto en el que vivimos, un contexto que, actualmente, está lleno de acontecimientos estresantes. La crisis es el principal motivo de estos sucesos. Y tal como explica José Buendía en “Psicopatología del desempleo”, la situación del paro es uno de los hechos que pueden llegar a ser más estresantes en la vida de un individuo. En consecuencia, esto deriva a un impacto muy negativo en el bienestar psicológico de las personas. Por lo que podemos confirmar que la crisis y el bienestar psicológico están muy relacionados, ya que pueden llevar a un sujeto a tener síntomas depresivos que, en casos muy extremos, pueden derivar en el suicidio.


Actualmente no podemos comparar la situación de crisis que vivimos en 2020 con la situación del inicio de la crisis económica. Pero sí que estamos viviendo una situación que posiblemente pocas veces volverá a repetirse: el confinamiento a causa del COVID-19. No cabe duda de que una pandemia puede pasar factura al cuerpo y la mente de las personas. Enfrentarnos a una situación en la que la mayoría no se ha encontrado y no pensaba estar expuesto jamás puede tener repercusiones en el bienestar psicológico de los individuos, ya sea por la nueva situación y el nivel de incertidumbre que esta provoca, por el contagio propio o de un familiar, amigo, etc., o por sentir que nos faltan herramientas a las que hacer frente a un hecho extraordinario. Es más que probable que por culpa de esta etapa sintamos emociones o situaciones que pasen factura a nuestro bienestar psíquico. Ejemplos de esto puede ser nerviosismo, tensión, ansiedad, angustia, miedo, preocupación constante, obsesión, problemas de sueño, no poder mantener unos hábitos de alimentación regulares y saludables, dificultad para concentrarse, entre una lista más amplia.


Tal y como señala el doctor Emilio Rojo, director médico del Complejo Asistencial en Salud Mental Benito Menni, de Sant Boi del Llobregat, si la crisis del coronavirus se sigue prolongando “puede afectar psicológicamente a la población general”. También indica que “algunas personas van a requerir tratamiento, ya sea a consecuencia del propio aislamiento, que conlleva pérdida de rutina e incertidumbre por la ansiedad y la depresión que puede generar la situación económica familiar resultante del proceso”. Cabe añadir que las consecuencias a nivel mental puede tener una mayor repercusión en aquellas personas que ya presentaban cuadros de salud mental previos al confinamiento, y más si estos problemas tienen relación con el aislamiento social. Emilio Rojo propone un claro ejemplo sobre empeoramiento de salud mental con un cuadro previo: “un individuo con esquizofrenia, al que la adquisición de unas rutinas le ha venido muy bien para gestionar su trastorno, es posible que al romper con esas rutinas debido al confinamiento de una paso atrás y le sea complicado volver a recuperarlas”. El director médico añade también que estas personas pueden ser una bomba de relojería, ya que algunos trastornos ya tienen relación con el aislamiento social y la pérdida de habilidades sociales. Por lo tanto, el confinamiento va en contra de su recuperación, así que debería permitirse, en algunos casos y bajo prescripción médica, que estas personas salgan puntualmente a la calle.




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