Texto: Anna Vicente
Padres y madres de criaturas con trastornos del espectro autista denuncian los gritos e insultos del vecindario durante sus paseos, recogidos y autorizados por el estado de alarma.
Cuando Pedro Sánchez decretó el estado de alarma el pasado 13 de marzo, hizo excepciones con las mascotas y las peluquerías, pero no con los niños. Mientras que en países de nuestro entorno como Francia se regularon desde el principio las “salidas indispensables para el equilibrio de la infancia en espacios abiertos en la proximidad del domicilio, manteniendo la distancia y evitando todo encuentro”, en España ni siquiera los menores con necesidades especiales podían salir a la calle.
Pocos días después, el Gobierno tuvo que rectificar ante las quejas de las familias con personas a su cargo cuya salud mental puede verse gravemente alterada por el confinamiento. El 20 de marzo se actualizó el Real Decreto 463/2020 el 20 con el fin de proteger a estos “colectivos más vulnerables”. Entre otras disposiciones, se añadió una instrucción que habilitaba a circular por las vías de uso público “a las personas con discapacidad, que tengan alteraciones conductuales, como por ejemplo personas con diagnóstico de espectro autista y conductas disruptivas, junto a un acompañante, siempre y cuando se respeten las medidas necesarias para evitar el contagio”.
El confinamiento en niños con trastornos del espectro autista puede ser especialmente difícil por varias razones. Parte de los síntomas del trastorno del espectro autista consisten en dificultades con los cambios, por lo que necesitan una realidad predecible y rutinaria, y un confinamiento brusco dificulta la adaptación, exigiendo a las familias un esfuerzo de romper con la rutina previa e incorporar una rutina completamente nueva de golpe. La forma de manifestar el estrés y la ansiedad es además limitada en las personas TEA, que tienen un registro muy limitado de habilidades comunicativas, siendo frecuente que manifiesten su malestar de forma comportamental.
Durante estos días, muchos padres de niños con autismo han sufrido un trato vejatorio por parte de vecinos que no entienden por qué salen con sus hijos a la calle mientras los suyos deben quedarse en casa. Y a pesar de que sus casos están contemplados en el decreto de estado de alarma como una excepción reconocida, muchos o no lo saben o no lo entienden.
Por eso, algunos padres han tomado la decisión de indicar que sus hijos tienen autismo o cualquier otra capacidad diferente usando el color azul índigo. Una medida controvertida: mientras que algunos defienden que es la única manera de que todos sepan que no deben increparles, una inmensa mayoría lo ve como una humillación.
La Confederación del Autismo, en contra de esta medida.
Marcar a un niño por tener capacidades diferentes con un color no debería ser la mejor respuesta ante las personas intolerantes. Es lo que viene a decir la Confederación de Autismo de España, que piensa que nunca se debería llegar a esto. Lo que sí piden o más bien exigen, es el cese del hostigamiento a niños con TEA:
También han recogido las opiniones de aquellos padres que se niegan a usar ningún distintivo cada vez que tienen que salir con sus hijos a la calle
Así lo recoge un comunicado de Autismo España: "Ninguna persona tiene la obligación recurrir a identificativos que, por otra parte, pueden llegar a ser estigmatizantes, para ejercer sus derechos. Las personas con TEA y sus acompañantes deben tener garantizado su derecho a salir a la calle ante los agentes de la autoridad mediante la acreditación suficiente de la necesidad. Además, deben tener las garantías de ser respetados y no increpados ni insultados".
"Ojalá viviésemos en una sociedad donde hacer este tipo de cosas no fuese necesario"
Lídia García, exdirectora y miembro de la junta de Aprenem Barcelona, una asociación que agrupa a más de 550 familias que luchan para la inclusión de las personas con TEA, también apuesta por la sensibilización de la ciudadanía, aunque expresa su respeto a la decisión de cada familia: “Para una familia es durísimo salir a la calle con un distintivo que les etiquete para evitarse el mal trago de ser insultados. Ojalá viviésemos en una sociedad donde hacer este tipo de cosas no fuese necesario”, reflexiona.
Es precisamente el miedo a las etiquetas y a los prejucios lo que lleva a muchos progenitores a no poner a sus hijos un brazalete azul, abriendo el debate de si es una protección o un estigma. Jesús Martín Blanco, delegado de Derechos Humanos del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), declara al diario EL MUNDO: "Me enternece la iniciativa, pero hay que hacer una reflexión: otra vez perdemos nosotros, porque nos quedamos sin privacidad para protegernos de los violentos y los incívicos. Es a ellos a quien hay que señalar. Con lo que ha costado que el Gobierno haga la instrucción, ¿encima tenemos que salir etiquetados por la calle? Ya hemos sido la diana muchas veces en la Historia. Un estigma más, no".
Así pues, ¿protección o estigma?, mientras este debate sigue a la alza, debemos recordar que el confinamiento es duro para todo el mundo, aunque más lo es para las personas con autismo, de forma que debemos respetar su derecho a salir de casa.
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